LA LLEGADA A MI COMUNIDAD.
Un helicóptero del Ejército había caído en la pista de Siuna; se que iban a evacuar heridos por que la gente comentaba que desde temprano se estaba combatiendo por "Casas Viejas".
Me quedé viendo el viejo aparato soviético tratando de recordar cómo me habían sacado de la emboscada; pero no recordaba nada; excepto las bombas y las metrallas que estallaban en mi memoria.
El bus volvió a reiniciar la marcha; una de las cosas que me impresionó ver eran los campos desolados a lo largo de carretera de macadán.
Los campesinos varones habían abandonado sus huertas y se habían ido a la guerra.
Sólo encontrabas mujeres, niños y ancianos caminando por la carretera o lavando ropa en los caños y riachuelos.
Como pesadillas despiertas azotaban mis pensamientos esos lugares donde habían emboscado a muchos amigos y vecinos.
La sangre estaba regada en los caminos y nadie las miraba; solo yo.
Cada vez que nos acercábamos a un punto de emboscada; mi corazón se oprimía y me ponía en guardia; tocaba incesantemente la cacha de pistola esperando el mas mínimo movimiento de un enemigo fantasma.
Dionisio me miraba y no me decía nada; el sabía lo que era andar en la guerra. Nos habíamos reconocido como hermanos de lucha.
Pasamos por Siunawas; Yaoya; Mongallo; Negrowas.
En ese trayecto logré ver por unos momentos la Escuela "San Martín" y mis antiguos compañeros de estudio; no quise dejarme ver. No quería que me vieran con ojos de lástima.
El bus paró en Coperna. Mi lugar. Mi cooperativa.
Dionisio iba a continuar su viaje hacia Rosita; nos habíamos despedido con un fuerte abrazo y lo invité a que me visitara algún día.
No había terminado de bajarme del bus cuando un montón de niños, jóvenes y amigos llegaron a saludarme.
Era el reencuentro con mi gente; mi comunidad.
Todos nos conocíamos, todos eramos amigos. No había secretos entre nosotros.
Me ayudaron a cargar con la mochila; la prótesis en la pierna me estaba haciendo paste.
Me llevaron a la Casa Comunal; tocaron insistentemente un riel colgado en una de sus soleras.
Era el llamado general; en pocos minutos estaba reconcentrada toda la comunidad; saludándome; abrazándome.
Eran como doscientas personas congregadas alrededor de mi persona.
Mis ojos se llenaron de lágrimas por primera vez en mucho tiempo.
Los niños no dejaban de tocarme la prótesis y el muñon de mi brazo y me preguntaban si no me dolía.
Mandaron a matar gallinas y un cerdo; salieron las botellas de cususa y comenzó la fiesta del pueblo.
Bebí hasta quedar borracho en un tapesco; no me acuerdo cuanto tiempo dormí.
Cuando desperté estaba la vieja Petrona atizando el fuego de la leña para hacer un café.
Por fin te despertaste. ¿Quieres un trago de café?
¿Qué hora es Petrona?
Son las 8 de la mañana; dormiste la mona toda la noche.
Petrona era una de las líderes de la cooperativa; había sido correo de Carlos Fonseca y del "Danto".
Su rancho en las montañas de Matagalpa había sido refugio de los guerrilleros del Frente Norte; hasta que lo quemó la Guardia y mató a toda su familia.
Ella se salvó de milagro por que cuando llegaron a su casa; ella se encontraba en una misión clandestina.
En lo que me incorporé del tapesco; la Petrona me extendía mi pistola; sabía que la estaba buscando. Estaba entrenada para eso.
"Ahora que te jodieron te has vuelto muy confiado" comentó la Petrona en son de broma y sonrió dejando ver los orificios en su dentadura.
Había perdido varias piezas dentales; nunca le pregunté qué le había pasado, a las mujeres no les gusta hablar de eso.
¿Petrona y mi mujer? ¿Has visto a mis hijos y a la María?
Petrona retiró del fuego la porrita de café; buscó un posillo, lo llenó y me lo ofreció. El café humeaba.
Bebete el café y después hablamos.
(Continuará. Espere la última parte)
Homero.
2 comentarios:
Estamos a la espera.
Muuuuuacks!
Lara: ya están publicadas las 5 partes de la historia por si quieres leerlas de corrido. Un beso. H.
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