lunes, 9 de julio de 2012

¿CUANTO LE FALTA MAITRO?

Tenía que cortarme el pelo. Entré en una barbería ubicada en la Rotonda de “Bello Horizonte” y me encontré con un anciano de lo más amable y conversador: 


“Hola, quiero cortarme el pelo.”

“Sí amigo pase adelante.” _ 

¿Cuánto vale la pelada? __ 100 pesitos __ Me contestó el anciano, mientras me ponía una sábana blanca; ajustó el sillón y tijeras en mano el anciano me comenzó a contar mientras cortaba el pelo:


"En ese tiempo yo era aprendiz de barbero; eran los años 60 en esa Managua llena de luces y colorido con sus grandes edificios y rótulos publicitarios. La Avenida “Roosevelt”. Gente acomodada entrando a las tiendas con sus vitrinas llenas de ropa y calzado; en la calle, niños y pordioseros viendo a través de los escaparates.


Tenía 15 años. Trabajaba en la Barbería del “Gran Hotel” frente a la “Inmobiliaria”, bajo la instrucción del Maestro “Don Dolores Baca” conocido como “Maitro Lolo”. Eramos 2. Juan y yo.


Un día sábado, entró un hombre de mediana edad, de vestir sencillo y se sentó frente al sillón de “Maitro Lolo”; como es costumbre, cada barbero tenía su propia clientela y preguntó: 


“¿Es usted el Maitro Lolo?” 


“Sí señor  ¿en qué le puedo servir?” _ respondió  “Maitro Lolo", sin dejar de mover rápidamente las tijeras, cortándole el pelo a un parroquiano. 


“¿Se va a cortar el pelo? Siéntese amigo” _ “Maitro Lolo” volvió a ver a Juan y arrugó la cara:


“vos chavalo jodido, movete, ofrecele alguna revista al amigo mientras espera.” _ Juan era el aprendiz más novato y “Maitro Lolo” siempre lo estaba regañando, por que era el más  lento y el más tonto.


El misterioso hombre se sentó y tomó una vieja selecciones de “Reader´s Digest” que le había ofrecido Juan. Apenas la hojeó y la puso en la mesita de al lado. Aunque yo estaba barriendo el piso, podía verlo a través de los grandes espejos de la barbería. Frotaba sus dedos con impaciencia y de vez en cuando posaba las manos en sus rodillas. Seguí barriendo sin dejar de observarlo.


“¿Cuanto le falta maitro? _ “Maitro Lolo” lo volvió a ver rápidamente y sin dejar de usar las tijeras le contestó:


“Pues mire amigo, todavía me faltan 4 clientes, tal vez una hora, pero puede ser atendido por otro de mis colegas si lo desea...”


El hombre misterioso consultó el reloj se levantó y se fue: “Hay regreso Maitro” _ pero no, no regresó. Nadie le tomó importancia.


Sábado a sábado llegaba este hombre misterioso, siempre a la misma hora, cercana al mediodía; se sentaba unos minutos, consultaba con “Maitro Lolo” cuantos clientes le faltaban y se iba.


Hasta que un sábado “Maitro Lolo” dijo gritando: 


“Vení Juan, necesito que vayas a seguir a ese hombre y me digas donde se mete, qué hace y por qué nunca regresa a cortarse el pelo, apurate sí y cuidado se te pierde, tomá...” el “Maitro Lolo” le había dado un billete de diez pesos a Juan:


“Movete, movete, pendejo muchacho” _ Juan salió corriendo y tiró la puerta de vidrio de la barbería.


“Siempre hay gente loca o pendeja” _ masculló “Maitro Lolo” mientras le arreglaba la barba a un cliente. 


Había transcurrido como una hora y llegó Juan corriendo, agitado y sudoroso _ se había parado frente al sillón de “Maitro Lolo” y le dijo: 


“Maitro Lolo, permítame tutearlo” _ “dirás vocearme chavalo mal educado.  A ver decime lo que me vas a decir: ¿Qué hizo? ¿adonde se metió ese hombre?” _ Conozco a  “Maitro Lolo”, Juan lo sacaba de quicio.


“Es que no le voy a decir si no me permite tutearlo. ¿Puedo tutearlo?” _ Juan no dejaba de mover sus manos y sus piernas. Estaba agitado. _ "Maitro Lolo" estaba rojo de la cólera:


“Dale pues hablá de una vez por todas chavalo jodido”


Juan agarró aire para hablar:


"Bueno, yo hice lo que usted me dijo: me fui detrás del hombre y lo seguí unas cuantas cuadras, hacia abajo buscando el cementerio ¿y sabe donde se metió? ¡En su casa! , viejo hijueputa  ¡cabrón!" 

Juan tiró la escoba, salió corriendo y gritó: “viejo cabrón”.


“Muy bueno” _ le dije al barbero bonachón, riéndome a carcajadas.
Ya había terminado y esperaban otros clientes  que estaban escuchando atentamente la plática entre nosotros. 

Le extendí un billete de cien pesos y le dije:

“Mucho gusto, mi nombre es Homero ¿y usted?”


El anciano me estrechó la mano y me dijo: “Mi nombre es Juan.”

En eso entró un anciano de aspecto noble, se sentó frente al sillón del barbero y dijo:

“¿Cuanto le falta Maitro?”



Homero.

domingo, 8 de julio de 2012

VIDAS QUE SE APAGAN


"Estoy embarazada". Una niña asustada ve correr despavorido al chico que hasta hoy le había jurado amor eterno. "Haga lo que tiene que hacer" y el galeno lo hizo. El padre se dio cuenta y la corrió de la casa. La madre en llantos vio marchar a su niña destrozado el corazón y destrozado su vientre. Hoy la enterramos. Vidas que se apagan.


Homero.