lunes, 28 de abril de 2008

EN EL CONSULTORIO MEDICO


Me levanté temprano con la firme decisión de ir al médico.

Tenía que hacerme un examen de sangre y eso me molestaba mas que volver a pagar de nuevo. Nací peleado con las agujas y nunca he estado internado en ningún hospital.

Así que a poner empeño en el asunto.

¡Voy al médico! __ le anuncié a mi secretaria.

Esta me volvió a ver con sus hermosos ojos negros y no pude descifrar si lo hacía en tono de compasión o en espera de alguna orden.

Justo cuando voy a subirme al coche.

Un cobrador que llega a amenazar a uno de mis trabajadores diciéndole que abonara a su cuenta o le quitaba su televisor.

Regañé al trabajador reclamándole el porqué no me había dicho; para hablar con el "chupasangre".

Lo mandé en un taxi a su casa para que no dejara que se llevaran el televisor y que después fuera a la Tienda a arreglar ese asunto.

Enciendo el coche; pongo marcha atrás y me percato que no llevo los anteojos. Apago el coche.

Me está agarrando la tarde.

Me bajo rápidamente y le digo a mi secretaria que me los pase.

Me vuelvo a montar al coche lo enciendo y cuando voy a dar marcha atrás me percato que no llevo la cartera; que no llevo ni un peso donde caer muerto.

"Puta hombre que olvidado que soy" ya me está doliendo la cabeza y no salgo de mi casa todavía.

Apago el coche y me bajo disgustado.

Mi mecánico que estaba en ese momento soldando una verjas en el cerco de mi casa me pregunta: ¿Don Homero se le descompuso el coche?

Lo vuelvo a ver y le respondo entre dientes: No Don Juan el cerebro es el que se me descompuso.

Bueno, entro a mi Oficina; en eso una llamada telefónica.

¡Alooo...! ¡Dígame! Mi voz sonaba imperativa; ya me estaba cabreando por que no había salido de casa todavía. Modulé la voz y le dije a mi secretaria que atendiera la llamada.

Enciendo el coche nuevamente; doy marcha atrás y se me apaga. Está fría la máquina. Lo vuelvo a encender y se me vuelve a apagar.

Unos segundos de paciencia; el coche está frío y yo caliente. Lo enciendo y lo dejo en el mínimo.

Consulto el reloj. Estoy retrasado con mi cita.

Tomo el celular y llamo al Director del Centro Médico y le digo que avise a la médica internista que llego con 10 minutos de retraso.

No hay problema. Para eso son los amigos. Para molestarlos cuando los necesitas.

Llegué a la Clínica con los 10 minutos de retraso. Una enfermera amable me invitó a sentarme en una pequeña sala cómoda con televisor con cable. El chofer del Director del Centro estaba viendo televisión y me ofreció el control del mismo. Hice un gesto de agradecimiento; no quería ver nada que no fuera un buen examen médico que me dijera que no tenía nada.


Entró nuevamente la enfermera y me dijo: Ya lo va a atender la Doctora Don Homero. Bien.

Me gusta esta atención diferenciada.

Salió la Doctora de su consultorio y me invitó a pasar. Era una mujer joven tal vez de unos 30 años.

Le expliqué lo que me pasaba y me mandó a hacer un examen de sangre que no me habían hecho en la otra clínica que había ido. Descuido, descuido...

¿Cuanto tiempo tarda? Le pregunté__ A lo sumo 20 minutos. Me contesta__ ¿Va a esperar?___ Por supuesto___ le contesto___ ¿Me va a esperar usted? Le pregunto viéndola fijamente a los ojos. Consulta su reloj__ Sí me dice.

No había forma que no me esperara. No le di tiempo ni de pensar.

Muchas gracias__ le dije.

Me dirigí al laboratorio del Centro que queda en un edificio cercano; entro y me encuentro con varias enfermeras y personal para médico bromeando entre ellos.

En voz alta pregunto: ¿Quien es el encargado de los exámenes de sangre?

Yo__ me contesta un muchacho vestido informalmente y con una gorra puesta en la cabeza.

¿Usted es? Le pregunto nuevamente.

Sí. Me responde. Vamos, sígame.

Me condujo a otro cuarto que ya conocía perfectamente.

La última vez que estuve por allí me estaba muriendo infectado por una bacteria.

Los mismos olores; hipodérmicas, gasas, agujas, frascos, algodones con sangre. Ya me estaba sintiendo mal.

Veo que el muchacho me va a ligar el brazo y le digo:

¿Ya se lavó las manos?

Me vuelve a ver asombrado y arremeto nuevamente: Digo, por que usted andaba tocando afuera cualquier cosa y está contaminado.

El muchacho dibuja una mueca nerviosa lanza una exclamación y se va a lavar las manos. No tiene opción.

Toma la liga y me la pone en el brazo derecho; no encuentro la vena. Allí está__ le digo. Quiere tomar el brazo izquierdo y le digo que no, que lo ando lastimado por la otra laboratorista de la otra clínica.

Al mismo tiempo; estaba pensando que a lo mejor no era una buena idea haberle dicho que se lavara las manos sobre todo cuando es la persona que me va a canalizar el brazo. Pero qué jodido, si es que se las tiene que lavar.

Repitiendo una frase en español que dicen los gringos le digo: Haga su mejor tiro.

Bueno, el tipo logró canalizar mas o menos bien (me dejó un morado que pintó después); tomó la muestra y le dije: Recuerde que de su trabajo depende mi vida.

Asintió con la cabeza.

Me fui a esperar a la sala donde estaba el televisor con cable a esperar los resultados, mientras me tomaba una taza de café caliente sin azúcar.

A los 30 minutos salió la médica de su consultorio y me preguntó por el examen de laboratorio. No ha salido todavía__ le contesté.

Espéreme un momento me dijo y se fue a traerlo.

Con el exámen en la mano pasamos nuevamente al consultorio y me dijo que tenía el azucar un poco alterada pero dentro de parámetros aceptables.

Me dió una receta y las indicaciones que tenía que darme.

Mi cita médica había llegado a su fin.

Le di las gracias y cerré la puerta;pero me acordé que tenía que decirle algo.

Abrí la puerta y le dije: Mandé a su laboratorista a lavarse las manos; para que sepa que fui yo y usted se lo diga.

La Doctora joven solo se puso a sonreír y asintió con la cabeza.

Esta es otra historia mundana.

Homero.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Realmente hay alguien a quién le gusten los análisis de sangre???
No te preocupes Homero que el resto de la humandad está contigo, jijijiji no creo que a nadie le gusten esas agujitas, yo personalmente como tenga el día tonto, es ver una y marearme..
En fin, pero si se tienen que hacer, se hacen que la salud es lo primero..
Besotes

Anónimo dijo...

A mi también me dan cien patadas las agujas.
Pero ¡vaya día ajetreado, ¿no?!, como no te calmes te va a dar algo.
(¡Que sólo sea bueno!).
En mi blog tienes una sorpresa para ti.
Un fuerte abrazo.

Sandra Figueroa dijo...

Yo tengo panico a los hospitales y a los medicos no los visito seguido. Homero, cuidate mucho mucho. Abrazo fuerte a la distancia.

Lara dijo...

A mí tampoco me "gustaban" las agujas pero por cosas de la vida no se separan de mí, jajaja.... ainsss... que vida.
Besos muuuuacks!

Ondina dijo...

Parece que somos pequeña multitud los que tenemos a pavor a esas cosas,yo solo puedo decirte que solo me hice un análisis de sangre en mi vida,cuando un doctor me manda hacerlo ya puede estar bien seguro que no me vuelve a ver ni a mi ni por supuesto análisis alguno,tengo que agradecer bien es verdad a mi buena fortuna una salud excelente y un puñadito de amigos médicos que se las apañan para arreglar posibles problemillas sin la dichosa prueba.

Un abrazo

Runas dijo...

No soy yo tampoco amiga de las agujas y menos de los medicos pero si hay que ir pues se va aunque sea a regañadientes. Cuidate amigo un beso

Anónimo dijo...

Jajajajaajajja, ya veo que tenemos otro punto en común, te gustan tanto las visitas médicas como a mí (que ni voy siquiera).

Ya pasó, Homero. Ea, ea...

Beso.