miércoles, 24 de diciembre de 2014

DE CORTINAS SE CUBRE LA NAVIDAD.

Todos estaban felices ese día. Era 24 de diciembre y acababa de salir de la cárcel; María fue absuelta por un jurado de conciencia, acusada de haber acuchillado a su marido, después de tantos años de sufrir golpes y humillaciones. Sus hijos se guindaban de su vestido arrugado y viejo, que había sido aliñado con tanto espero por su madre y decían: “Mamita, Mamita ¿ya no te llevará la policía? Pude ver como retenía con fuerza lágrimas en sus ojos, mientras recibía los abrazos de sus familiares y de mucha gente del vecindario. A su madre, Doña Juanita la costurera, todo el mundo la conocía en el barrio, famosa por remendar ropa y hacer cortinas. Sabe abogado, estoy feliz por que salió en libertad mi hija, ese hombre le daba muy mala vida. Por suerte no lo mató, por que se hubiera podrido en la cárcel. La señora guardó silencio y dirigió su mirada hacia la calle. Era un barrio muy pobre. Lleno de lodo y tierra, basura acumulada en las alcantarillas que desaguan en el cricke de “La Bocana”, los perros se encargaban de esparcirla en los patios sin cercos cruzándose de una casa a otra en busca de más basura para saciar el hambre. “Tengo que alistarme abogado, hoy me pagan un dinerito de unas cortinas que hice por encargo”. Le pregunté a Doña Juana cuanto costaba la hecha de cada cortina y me dijo: “Son 4 cortinas, a 50 pesos cada una” ._ ¿Y cuanto tardó para hacerlas?  Bueno, con este problema de mi hija tardé 15 días haciéndolas, no es mucho pero me da para la cena navideña de hoy. La quedé viendo por un momento y me puse a pensar: ¿Qué podría hacer esta señora con menos de 10 dólares para darle de comer a toda esa recua de familiares? Ahh, mire abogado, compraré 5 libras de arroz y 3 libras de pollo; con eso haré una cena navideña para todos ellos. Que comamos, aunque sea un poquito cada uno. Me puse a sonreír, por que de alguna manera conocía su respuesta. Me despedí de María, de Doña Juana y sus familiares habiendo aprendido que las cortinas no sólo sirven para cubrir las ventanas.

Homero.

4 comentarios:

Juan L. Trujillo dijo...

Has escrito la triste realidad que también ocurre a este lado del Océano.
Ocurre y no nos avergonzamos, que es lo grave.
Felicidad y un abrazo.

Homeronica dijo...

Muchas felicidades Juan. Muchas gracias por tus comentarios. Es una realidad cotidiana que pocos quieren conocer o recordad. Abrazos mi amigo. H.

gabriela dijo...

La verdad es que los gobiernos debieran preocuparse más de este tipo de personas, tan desvalidas, educarlas, enseñarles algún oficio que puedan desarrollar en su hogar al tiempo que cuidan a hijos o nietos, que les proporcione sustento y una vida digna.

Incluso, agruparlas para que puedan comercializar su producción.

Es una realidad sudamericana.

Homeronica dijo...

Así es Gaby: La felicidad llega con la educación y trabajo digno. Besos. H.