Ella era la chica más popular de la clase; también era la mejor alumna.
Todos nos quedábamos viéndola cuando se descuidaba en el cruce de sus hermosas piernas. Y al igual que todos me gustaba también la chica.
Recién había cumplido 13 años y yo algo menos. Se puede decir que yo era un niño y ella una adolescente.
Sabía que le gustaba el hijo del Capitán de la Guardia pero eso no me intimidaba.
Me decidí a proponerle noviazgo y le mandé un poema que le hice como ofrecimiento sentimental.
Lo hice por medio de una de sus mejores amigas por que pensé ingenuamente que en algo me iba a beneficiar.
A los pocos minutos regresó la amiga con mi poema y un papelito que decía:
"Gracias pero no acepto".
Doblé nuevamente mi poema y lo metí en la bolsa de mi camisa junto con mi vergüenza.
Todas sus amigas se reían y me miraban con ojos de lástima. Ella se levantó coqueta de su asiento y le tomó la mano al hijo del capitán de la guardia. El también se reía.
Años después me la encontré en la calle; a unas cuadras de mi casa y estaba tan cambiada. Obesa, llena su cara de espinillas y barros.
Después de saludarme con algo de asombro; examinándome de pies a cabeza me dijo: "Qué guapo que estas" y sí; no pude evitar la respuesta: "No te puedo decir lo mismo".
Ella bajó la cabeza; me dio la mano en señal de despedida y se marchó; probablemente con la vergüenza similar a la que tuve un día.
Homero.
2 comentarios:
Cosas de chiquillos, su postura, pero creo que tu, ya hombre, si fuiste un poco cruel.
Un abrazo.
Los dos sufrieron, en momentos distintos, y creo que no se puede decir que el uno disolvó (es castellano?) el otro. O sí lo hizo un poco?
Un abrazo
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