Había tomado camino Chico Pancho; era tarde, cerca de la medianoche.
Revisó el filo de su machete con la punta del dedo pulgar de la mano derecha y una gota gruesa de sangre asomó en la piel; se había cortado, pero eso no le preocupaba.
"Es noche pendejo; hace un frío que me come los zapatos"__ pensó para sus adentros.
Que buena cususa la rejodida si es que estoy bolo de nada y apenas puedo caminar.
Se había atrasado en el velorio de Doña Petronila;la señora vende tortillas de la Comarca "Los Abandonos".
Pobre Doña Petronila; pateó el balde sin ver el pueblo.
Güevona la señora... güevona....
Habían estado cantando al son de mazurcas rascadas con viejas guitarras y violin de
talalate.
María, su enamorada, le había hecho capricho para que se quedara con ella; por lo menos para dormir esa noche, aunque se fuera clareando por la mañana pero no había querido.
No hay que andar de amores cuando hay velorio, le había dicho. El muerto se puede
sofocar y nos puede salir a la hora de estar romanceando.
Se despidió de ella y agarró picada arriba subiendo por el Cerro "La Cruz"; caminaba
rápido a pesar de los tropezones con algunas piedras y raíces de los árboles.
Cuando de pronto, se percató que a cierta distancia lo seguía un animal negro de ojos
encendidos como fuego.
¡Ay mamita el cadejo!:__ Gritó Chico Pancho. Lo había distinguido por el collar blanco que reflejaba claro a la luz de la luna.
Apuró el paso; con su mano izquierda apretaba su alforja y con su mano derecha se habría brecha por el camino cada vez mas dificultoso.
Tengo que salir a un claro.__ se repetía constantemente.__ el animal enfurecido medía distancia, se tomaba su tiempo, tampoco era ventajoso atacar a su presa al borde de un desfiladero.
¡Te lo dije Chico Pancho!.__ ¡Te lo dije!._ se repetía entre dientes.
De vez en cuando volvía a ver para atrás y miraba al animal acosándolo, muy de cerca.
Avanzaba y le gruñía.
¡Apíadate de mí Diosmillitomilindo! Apíadate de mí y salvame de este demonio.__ Rezaba con voz resoplada por el cansancio.
Tenía miedo; esta era la segunda vez que le salía el cadejo.
La primera vez le había salido cuando era pequeño y acompañaba a su padre; una de las tantas veces que lo había ido a sacar de la cantina bien borracho para llevarlo a casa.
Su padre le había dicho que el cadejo les había salido por culpa de él; por ser un niño
malcriado y desobediente, pero nunca se creyó ese cuento. Esa vez dejó mal muerto a su padre quien se había fajado con el animal endiablado; días después había muerto seco, sin habla.
Chico Pancho logró alcanzar la cima y se detuvo en un claro a esperar al animal
endemoniado; sabía que era inútil correrse; tenía que enfrentarlo.
El animal se detuvo frente a él; en ese momento comenzaron a aullar los lobos; las
serpientes se salieron del camino adentrándose en la selva espesa. La selva se había llenado de ruidos y de miedo.
El animal se le abalanzó a morderlo; ya Chico Pancho estaba preparado y logra meter su brazo izquierdo para que el animal mordiera la gruesa alforja mientras que con su mano derecha trataba de cinchonear al animal con su machete.
En el segundo envión el animal lo derriba y rueda por el suelo ensangrentado; le ha
mordido el brazo y sangra profusamente.
Rueda y retrocede; tratando de agarrar mejor ángulo para defenderse; el animal le muerde las botas y se las despedaza. Su ropa está ensangrentada y hecha jirones.
En eso; cuando ya se haya perdido y siente que el animal lo va a degollar; la bestia se
queda quieta; vuelve a ver a un lado del camino y mira a otro animal blanco con un
collar negro y ojos chispiantes como fuego.
Sin esperar respuesta; se lanzan uno contra el otro y comienzan a rodar por el camino
cuesta abajo....
¡Chico Pancho! ¡Chico Pancho! oye la voz desesperada de María que le toma la cara con sus manos.
¿Qué te han hecho? Estás herido; contestame amor mío...
Chico Pancho solo la quedaba viendo con su mirada perdida y no podía hablar; no podía decirle nada.
Lo había jugado el cadejo...
Homero.
Revisó el filo de su machete con la punta del dedo pulgar de la mano derecha y una gota gruesa de sangre asomó en la piel; se había cortado, pero eso no le preocupaba.
"Es noche pendejo; hace un frío que me come los zapatos"__ pensó para sus adentros.
Que buena cususa la rejodida si es que estoy bolo de nada y apenas puedo caminar.
Se había atrasado en el velorio de Doña Petronila;la señora vende tortillas de la Comarca "Los Abandonos".
Pobre Doña Petronila; pateó el balde sin ver el pueblo.
Güevona la señora... güevona....
Habían estado cantando al son de mazurcas rascadas con viejas guitarras y violin de
talalate.
María, su enamorada, le había hecho capricho para que se quedara con ella; por lo menos para dormir esa noche, aunque se fuera clareando por la mañana pero no había querido.
No hay que andar de amores cuando hay velorio, le había dicho. El muerto se puede
sofocar y nos puede salir a la hora de estar romanceando.
Se despidió de ella y agarró picada arriba subiendo por el Cerro "La Cruz"; caminaba
rápido a pesar de los tropezones con algunas piedras y raíces de los árboles.
Cuando de pronto, se percató que a cierta distancia lo seguía un animal negro de ojos
encendidos como fuego.
¡Ay mamita el cadejo!:__ Gritó Chico Pancho. Lo había distinguido por el collar blanco que reflejaba claro a la luz de la luna.
Apuró el paso; con su mano izquierda apretaba su alforja y con su mano derecha se habría brecha por el camino cada vez mas dificultoso.
Tengo que salir a un claro.__ se repetía constantemente.__ el animal enfurecido medía distancia, se tomaba su tiempo, tampoco era ventajoso atacar a su presa al borde de un desfiladero.
¡Te lo dije Chico Pancho!.__ ¡Te lo dije!._ se repetía entre dientes.
De vez en cuando volvía a ver para atrás y miraba al animal acosándolo, muy de cerca.
Avanzaba y le gruñía.
¡Apíadate de mí Diosmillitomilindo! Apíadate de mí y salvame de este demonio.__ Rezaba con voz resoplada por el cansancio.
Tenía miedo; esta era la segunda vez que le salía el cadejo.
La primera vez le había salido cuando era pequeño y acompañaba a su padre; una de las tantas veces que lo había ido a sacar de la cantina bien borracho para llevarlo a casa.
Su padre le había dicho que el cadejo les había salido por culpa de él; por ser un niño
malcriado y desobediente, pero nunca se creyó ese cuento. Esa vez dejó mal muerto a su padre quien se había fajado con el animal endiablado; días después había muerto seco, sin habla.
Chico Pancho logró alcanzar la cima y se detuvo en un claro a esperar al animal
endemoniado; sabía que era inútil correrse; tenía que enfrentarlo.
El animal se detuvo frente a él; en ese momento comenzaron a aullar los lobos; las
serpientes se salieron del camino adentrándose en la selva espesa. La selva se había llenado de ruidos y de miedo.
El animal se le abalanzó a morderlo; ya Chico Pancho estaba preparado y logra meter su brazo izquierdo para que el animal mordiera la gruesa alforja mientras que con su mano derecha trataba de cinchonear al animal con su machete.
En el segundo envión el animal lo derriba y rueda por el suelo ensangrentado; le ha
mordido el brazo y sangra profusamente.
Rueda y retrocede; tratando de agarrar mejor ángulo para defenderse; el animal le muerde las botas y se las despedaza. Su ropa está ensangrentada y hecha jirones.
En eso; cuando ya se haya perdido y siente que el animal lo va a degollar; la bestia se
queda quieta; vuelve a ver a un lado del camino y mira a otro animal blanco con un
collar negro y ojos chispiantes como fuego.
Sin esperar respuesta; se lanzan uno contra el otro y comienzan a rodar por el camino
cuesta abajo....
¡Chico Pancho! ¡Chico Pancho! oye la voz desesperada de María que le toma la cara con sus manos.
¿Qué te han hecho? Estás herido; contestame amor mío...
Chico Pancho solo la quedaba viendo con su mirada perdida y no podía hablar; no podía decirle nada.
Lo había jugado el cadejo...
Homero.
1 comentario:
Me encanto este cuento, describes tan bien que las imagenes fluyen con una estampa y tambien me gusto el sabor pintoresco de tus palabras.
De verdad pobre Chico Pancho...sin habla
Besos y abrazos
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