El niño asomó su cabeza por la ventana. Todos los
días hacía eso. Pasaban las personas por la acera frente a su casa y nunca
respondía los saludos. Ocasionalmente, unos niños de la vecindad se paraban
frente al jardín, abriendo las piernas y saltando en derredor hacían muecas con
sus manos, para luego salir corriendo. Un día de tantos ya no salió. La ventana
estaba cubierta por una gruesa cortina de tafetán. Años después pasé por el
mismo lugar y me encontré un anciano sentado en el umbral de la casa y con
justa curiosidad me acerqué a preguntar__ Buenos días señor, ¿Usted sabe de un
niño que vivía en esta casa y que solía asomarse por la ventana? El hombre
pareció no inmutarse, tenía los dedos de sus manos entrelazados con una delgada
cadena.____ Era mi hijo__ respondió__ Era ciego de nacimiento. Me despedí
rápidamente y me marché abrumado, uno a veces mira cosas en la vida que no son
lo que parece.
Homero.